La historieta como parte de la cultura argentina

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La historieta, tal como la conocemos actualmente, tiene sus inicios periodísticos en Estados Unidos a principios del siglo XIX. Esta forma de comunicación es una narración construida mediante la amalgama de dibujos y textos, en forma de secuencia. La Argentina supo ser una de las potencias en esta forma de comunicación pero el panorama actual es distinto. Las primeras apariciones de este formato en la Argentina datan después de 1910.

Por Marcelo Miranda mirandamarcelofabian@gmail.com

Portada de la revista Caras y Caretas de 2/11/1918 "Profilaxis contra la gripe" #CarasYCaretas fundada por José S. Alvarez "Fray Mocho" el 8 de octubre de 1898.

La producción de historietas, en sus principios, necesitaba de la asistencia de varias personas que trabajaban en equipos: dibujantes, guionistas, armadores, decoradores, letristas, correctores, fotógrafos y distribuidores. El trabajo que comenzaba en un tablero, donde se utilizaban lápices, pinceles y plumines, terminaba en un punto de venta que era el kiosco.  A finales de los años 50, en la Argentina existían cerca de 70 revistas dedicadas a este rubro con tiradas que podían llegar a los 300.000 ejemplares, como el caso de Patoruzito.[1]

El registro de la primera historieta argentina es de 1912, en Buenos Aires, en la revista Cara y caretas, con los personajes Viruta y Chicharrón, aunque la tira era realizada por un dibujante norteamericano. Después de una pausa de las entregas y a raíz del éxito del formato, los dibujantes locales Manuel Redondo y Juan Sunuy tomaron la posta. También figuraran como primeros personajes de historieta Goyo Sarrasqueta, creación del anteriormente citado Redondo.  A diferencia de Estados Unidos, en la Argetina, las historietas comenzaron a publicarse en revistas y después, en diarios.

Cronología de la historieta argentina hasta los años 90

Es el diario La Nación que se anima a publicar las primeras historietas, pese a las críticas respecto a que este tipo de comunicación no era para un público adulto. Tiempo después, se sumaría el diario Crítica a esta modalidad. Ya en los años 20, del siglo pasado, surgen revistas especializadas como Páginas de Columba y El Tony, ambas creadas por Ramón Columba. En 1919 aparece la revista Billiken, con materiales de apoyo didáctico y en 1936, La Patoruzu.  En los años 40 la historieta tiene su momento de gloria con publicaciones como la Rico Tipo y la Intervalo.[2]  Casi sobre finales de los 60 aparecen dos obras Héctor Oesterheld: Hora cero y frontera.

A mediados de los 70 Ediciones Record publica la primera edición de la revista Scorpio a la que le seguirán Corto Maltés, Pif Paf y Tit Bits.  Estos últimos implicaba un homenaje a fenómenos del género: Corto Maltes en referencia a Hugo PrattTit-Bit referenciaba a las revistas creadas por Rodolfo Puga y Pif-Paf con personajes de aventura como Roy Rogers, Capitán Marvel, Flash Gordon y el fantasma, entre otros. Ya en los 80 es necesarios nombrar las apariciones de El Péndulo, Super humor, Las puertitas del señor López, Fierro  y el quincenario Cuero.


La historieta argentina, según algunos especialistas, parece haber nacido de la hibridación de los modelos norteamericanos, ingleses y franceses. Pero no fue una simple copia si no que la historieta argentina tomó vuelo propio, en principio, con historias de familias y observaciones costumbristas para después tomar otros tópicos como en «La costa de Marfil», «Hernán el corsario» o «el último de los mohicanos», con el protagonismo de José Luis Salinas, que venía del campo de la publicidad.

Otra vertiente fueron los temas gauchescos con exponentes como Lindor Covas, publicado por el diario La Razón en las segunda mitad de los años 50 a lo que se sumaro Cavo Savino, de Carlos Casalla y Julio Alvarez Cao. Mas cercana en el tiempo está la propuesta de Roberto Fontanarrosa con Inodoro Pereira.

Lo fanstástico esta presente también con varios exponentes aunque tiene mayor protagonismo la obra de Héctor Oesterheld en Hora Cero y Frontera, aunque no se puede dejar de reconocer que El Eternauta fue la que logró mayor repercusión incluso con su adaptación al cine y su lanzamiento al campo internacional.

Es aquí donde hacemos el enlace con la historieta en la Patagonia, en los años 80, donde ya comenzaba a germinar una serie de exponentes como Alejandro Aguado que realizó varias experiencias de congregar a sus colegas en proyectos exitosos como el suplemento del diario Crónica, de Chubut, que llegó a congregar a 60 dibujantes y con una tirada de 15.000 ejemplares semanales. Pero esta etapa, la compartiremos en una próxima entrega.


[1] Rivera Jorge (1992) Panorama de la historieta argentina. Coquena, grupo Editorial. Buenos Aires

[2] Idem cita anterior.

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